El inabarcable corazón de Jesús

No hace mucho, el reconocido predicador dominicano Miguel Núñez se quebró mientras relataba una historia. Era una historia ficcional, pero cargada de significado.

Resumiendo, el argumento de esta historia hablaba de un joven que se había enamorado fervientemente de una chica. Pero, como suele suceder en ocasiones, la madre del muchacho se oponía a esa relación. ¿Por qué? Cuenta la historia que era una mujer que andaba en inmoralidad.

Pese a ello, el joven profundizó en la relación. No obstante, cuando su prometida supo que era rechazada por la madre del muchacho, ardió en ira y tramó una venganza: optó por manipular al enamorado acusándolo de que no la amaba lo suficiente.

Su siguiente paso fue hurdir una telaraña de maldad: Si realmente me amas, elimina a tu madre. El joven, en primera instancia, se negó a aceptar la descabellada propuesta. Pero una noche, pasado de copas, procedió a llevar a cabo el macabro acto. Fue a casa y sí: mató con violencia a su madre. Le arrancó el corazón. Envalentonado por la ‘hazaña’, corrió en búsqueda de su pareja para mostrarle el corazón de su madre como prueba del crimen.

Apremiado por su afán de llegar cuanto antes, el joven tropezó y cayó sobre el corazón aún sangrante de su madre. Miguel Núñez culmina la narración de esta manera: «La leyenda dice que el corazón habló, y que de repente preguntó: ‘Hijo, ¿te golpeaste?’…». En ese momento, el predicador dominicano hace una larga pausa, conmovido, para luego —secándose las lágrimas— afirmar: «Esa es la manera como Dios ama».

¿Comprendes el fondo de esta historia?

Si no lo entiendes, mira a la cruz de Cristo. Luego de haber sido brutalmente golpeado y humillado, y colgando ya del madero, Jesús mostró de lo que está hecho su corazón cuando dijo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». No solo fue a la cruz a morir por nosotros, sino que además perdonó a los que perpetraron contra Él los más crueles vejámenes.

Este amor infinito de Dios es incomprensible para los humanos: va más allá de nuestro entendimiento. «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna», dice el versículo más famoso de las escrituras: Juan 3:16.

Hoy, en plena Semana Santa, mucho se hablará de Jesucristo en la cruz, de su muerte expiatoria por los pecados de todos y su resurrección al tercer día. Y lo que debe quedar muy claro es que todo el plan de salvación fue movido por amor. Por el amor incondicional y perfecto de Dios hacia todos nosotros. Y que aún matándolo cada vez que lo ofendemos o rechazamos, Él está presto a perdonarnos y preguntarnos: «Hijo, ¿te golpeaste?».

Dios te ama. Y lo hace de manera sobrenatural, de un modo que para nosotros es inconcebible. Y es que el corazón de Cristo es infinito, inconmensurable, inabarcable. Y pensar que, aún así, mucha gente no lo acepta, se burla o incluso pone en duda su existencia histórica. Pero nuestro Señor Jesús no cambia: mantiene abiertos sus brazos para todo aquel que decida confiar en Él y responder positivamente a ese amor sobrenatural.

Probablemente, estés planeando un viaje, un paseo, una agenda de descanso y olvido de las presiones laborales en estos días de Semana Santa. Pero nada te vendría mejor que hallarle sentido a este tiempo. No se trata de religión, no se trata de salir a cumplir con rituales vacíos y automatizados. Se trata de detenerte a pensar en el fondo de todo esto: que Dios, por el amor inagotable a su creación, llevó a cabo el plan de salvación, en la persona de Jesucristo, para que podamos ser libres de condenación, siempre que por fe creamos en Él y lo recibamos como Señor y Salvador. Un plan de salvación que costó sangre, dolor inimaginable, padecimiento insoportable, muerte.

Que este tiempo sea propicio para que puedas ser partícipe de una reconciliación definitiva con Dios. Lo pedimos en el santo nombre de Jesús. Amén.

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