Callejón sin salida

El tiempo es corto: las señales son cada vez más claras y frecuentes; como los dolores del parto. El mundo —como lo conocemos— dejará de ser. Eventos proféticos son confirmados. Bien podemos pensar que Jesús está a las puertas y que los caballos del Apocalipsis ya están por galopar. En cualquier instante, en un abrir y cerrar de ojos, los creyentes en Jesucristo —su iglesia— seremos arrebatados para encontrarnos con Él en las alturas, luego de lo cual, los que queden atravesarán los siete años de Gran Tribulación, etapa cruenta que verá la aparición del falso profeta y el anticristo. Tiempos en los que Cristo retomará la agenda pendiente con Israel y en los que nuevos creyentes en Él padecerán persecución y muerte. Época de pestes, hambre, desastres, guerras y padecimientos extremos.

Al término de la Gran Tribulación, la segunda venida de Cristo (esta vez con su iglesia), la batalla de Armagedón, en la que Satanás será derrotado y atado durante mil años, y el juicio a las naciones. Luego, el milenio, período de paz en la tierra bajo el gobierno de Jesús, tras lo cual, el juicio final y la eternidad. En fin, acontecimientos futuros establecidos en las escrituras y que no están muy lejos de suceder. Las alarmas están encendidas. El tiempo se acerca.

Sin embargo, la mayoría de habitantes ignora todo esto. Todos ellos están en sus cosas, programando su día a día, proyectando objetivos a corto y mediano plazo, enfocando sus mentes en el aquí y ahora. Inmersos en sus problemas terrenales o, incluso, dedicados al placer inmediato, a la búsqueda incesante de gratificaciones materiales. Metiendo sus cabezas en las minucias del mundo. Liándose en asuntos banales, perdiendo el tiempo en las redes sociales.

La situación que vivimos actualmente se asemeja a los tiempos de Noé. Miles de gentes enfrascadas en sus vicios y desviaciones, sin pensar, sin tener la menor idea de que Dios, hastiado de la degradante pecaminosidad humana, las sorprendería con un diluvio universal. Estaban en sus fiestas y bacanales. En sus orgías e idolatrías. Cuando, de repente, la ira de Dios se hizo sentir sobre ellos. Hoy en día, estamos igual. El hombre ha desviado el camino. Cada vez más. Lo bueno es llamado malo, y lo malo, bueno. Se promueve y se celebra la legalización del aborto y la imposición de la nefasta ideología de género, al tiempo que se prohíbe hablar de Dios y orar en ciertos espacios. Se burlan del evangelio, se burlan de Dios y de sus fieles. Hoy ríen a boca abierta, sin pensar que Jesús vuelve pronto. Están viviendo en un callejón sin salida.

Recordemos lo que dice Mateo 24:37-39: «Porque como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Pues así como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en matrimonio, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no comprendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos; así será la venida del Hijo del Hombre».

No piensen que solo nos estamos refiriendo a personas cuyas vidas son claramente transgresoras (delincuentes, asesinos, violadores, estafadores, traficantes o gente promiscua); hablamos también de hombres y mujeres que, de acuerdo a los parámetros humanos, son considerados ‘buenos’, pero no tienen a Jesús en cuenta. Gente que no ha valorado el mensaje de salvación por medio de la cruz en el Calvario. Que piensa que su acceso al cielo está determinado por sus acciones: si me porto bien, me gano el cielo. Pero esa forma de resolver el problema del destino eterno no les asegura que, en efecto, llegarán al cielo; pues es imposible que dejen de pecar. Recuerden que, «como está escrito, no hay justo, ni aún uno» (Romanos 3:10). Por consiguiente, siempre estarán diciendo: ojalá mis buenas obras sean mayores que mis pecados, como si su ingreso al cielo estuviera supeditado a una libreta de calificaciones.

Podemos tener incluso entre nuestros amigos, en nuestras propias familias, gente a la que amamos pero que lamentablemente no responde positivamente al evangelio predicado. No lo creen. O tienen su propia verdad. Sobre todo en estos tiempos de relativismo y posmodernidad en los que el ideal de pensamiento sugiere que no hay verdades absolutas y que todas las verdades individuales son susceptibles de ser válidas. Así, mientras el tiempo transcurre (lo mismo que sus vidas), se cierran más y más a la verdad proclamada por Dios en la Biblia. Y viven sus vidas según sus propias normas y costumbres. Y es muy triste comprobar que la mayoría lo hará hasta el día de su muerte, cuando ya no habrá marcha atrás.

No nos queda más que seguir insistiendo en presentarles la palabra de Dios. Y orar para que el Señor los ilumine y los llame a salvación. Nuestra misión, como cristianos, debe proseguir aún si nos frustramos al ver que muchos no son capaces de ver la verdad y tomar el regalo de salvación que Dios ofreció hace dos mil años con la muerte de su Hijo unigénito. Oremos por aquellos a quienes llevamos tiempo hablándoles de Jesús y persisten en su negación. Oremos para que se percaten de que el camino que están siguiendo no tiene salida y los llevará a una eternidad de condenación.

Una respuesta a “Callejón sin salida”

  1. Premonitorio post de hace un mes que nos trae a colación que la realidad es más rica que cualquier imaginación. En la situación actual impensada por la gran mayoría que jamás imaginó ver al mundo detenido por una pandemia, tal cual una película de ciencia ficción a la espera de un superhéroe o grupo de comandos de élite que libren a la humanidad de tal flagelo. Hoy esa realidad pone al ser humano en la disyuntiva de saber qué fue el error, qué es lo que se hizo mal, cómo es que se ha llegado a esta situación y dónde quedó toda su ciencia y los tremendos avances tecnológicos que han llevado a la población a pensar que todo lo pueden con un celular inteligente en la mano. Cómo es que todos sus accesos a la super carretera de la información no les sirve para responder sus incógnitas sobre el futuro. Cómo es que ni su gran red de contactos ni los múltiples post que comparten no pueden traer la paz verdadera a sus corazones ni confianza en el tiempo que les ha tocado vivir, aún a pesar de haber visto de tantos cambios y crisis en el mundo durante las últimas décadas. Y es que el ser humano jamás ha de tener una confianza plena ni seguridad basada únicamente en lo material y sin la presencia de DIOS en sus vidas. Pueden tener buena casa o departamento de estreno, dinero en sus cuentas bancarias, utilidades en sus negocios, un automóvil moderno, híbrido y de última tecnología, sus hijos en los mejores colegios y universidades, ticket member’s de los clubes más exclusivos, la ropa más exclusiva de marca, jamás pisar mercado de barrio menor a Vivanda y ser casi un completo snob, pero NADA de eso los ha de librar de la constatación de su penosa fragilidad, como por ejemplo, ante un microscópico virus que ha puesto en jaque al mundo entero.
    Una persona sin FE es incapaz de concebir que esta realidad es pasajera y que el mundo que conocemos no acaba con la muerte del ser humano, sino que hay un de Salvación hacia la vida eterna en el cielo junto a nuestro Padre, tal cual nos enseñó Jesucristo. Por ello, tengamos fuerza y convicción para perseverar en la FE y confiemos en la voluntad del Altísimo. Estos momentos pondrán a prueba a los que creen de verdad y servirán para separar a quienes aún en el momento de mayor angustia son incapaces de abrir el corazón a la verdad y expresan más bien toda su mediocridad y maldad; lo cual también debe servirnos para conocer qué tipo de gente nos rodea y estar atentos sabiendo que cada día que pasa construimos nuestro propio futuro, pero siempre de la mano de Dios.

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